El agua, cuando golpea la canoa,
suena idéntica en todos los países.
Yo escucho con el oído afinado:
mi canoa, el remo al interior,
mi río, dos sardinas moribundas,
algunos anzuelos…
La canoa en la que me ahogué hace tanto tiempo
y tamborea idéntica a esta,
seduciéndome a arrojarme al agua de nuevo
para seguir comparando el tañido de las arenas,
desde el otro lado de la vida,
ajeno a los bañistas que allá lejos recogen sus pertenencias
porque se hace de noche y es hora de volver a la casa.

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